El mercado de los biocombustibles debe aplicar criterios de sostenibilidad. Ésta fue una de las conclusiones a la que llegaron expertos de diferentes ámbitos en el transcurso de la mesa redonda ‘Los biocombustibles a debate’, organizada por el Centro de Recursos Ambientales de Navarra y celebrada ayer en Civican. En la reunión, los ponentes señalaron la necesidad de que la regulación de este mercado no debe basarse sólo en el precio y resto de indicadores económicos, sino que tiene que tener también en cuenta las repercusiones ambientales y sociales que puede generar.
Esta mesa redonda forma parte del programa de medidas incluidas en el convenio firmado entre el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE) y el Gobierno de Navarra para la ejecución del Plan de Acción de la Estrategia Española de Ahorro y Eficiencia Energética (E4), donde se incluyen acciones de comunicación y sensibilización dirigidas a sectores específicos y al público en general.
En el debate, al que asistieron más de un centenar de personas, participaron Inés Echevarría, del Centro Nacional de Energías Renovables (CENER); Alfonso Ezquerro, de Acciona Biocombustibles; Alberto Lafarga, del Instituto Técnico de Gestión Agrícola (ITGA); Antonio Lucena, de la organización de Ecologistas en Acción de Madrid; e Iñaki Zubeldía, de la Asociación Navarra de Talleres y Reparaciones de Vehículos. El periodista Mikel Muez ejerció como moderador de la mesa redonda.
Inés Echevarría destacó en su intervención como investigadora del CENER, las posibilidades de mejora que todavía hoy en día tienen los biocombustibles”. Incidió también en la consideración de la sostenibilidad “debemos tener en cuenta las repercusiones a nivel global de los biocarburantes”. Por su parte Alfonso Ezquerro incidió en que los biocombustibles deben suponer una alternativa al petróleo y “siempre cumpliendo con unos requisitos de calidad” que eviten la desconfianza de los potenciales usuarios y “estableciendo unos certificados para esos productos por las consecuencias sociales que pueden conllevar”. Apuntó, asimismo, que Navarra, por contar con una planta de producción de biodiesel, tiene unas implicaciones muy importantes tanto en la creación de puestos de trabajo, como en la investigación, y por supuesto “como motor de cambio en el modelo energético”.
Alberto Lafarga consideró que en lo que se refiere al sector de la agricultura la producción de biocombustibles no aumentará los puestos de trabajo, “debido a la imparable mecanización del sector”, “pero sí puede llevar a mayores niveles de producción y aprovechamiento”. Como contrapunto afirmó que en los países en desarrollo la producción de biocombustibles puede causar problemas significativos potenciando los monocultivos y un aumento de precios en alimentos básicos para la población como el caso del maíz o el trigo.
Antonio Lucena desarrolló esta misma idea apreciando que sería un hecho muy grave que se comenzarán a importar los biocombustibles desde los países del tercer mundo, lo que tendría graves consecuencias ambientales y sociales, como ocurre con las plantaciones de cultivos transgénicos en zonas como el Amazonas. En este sentido hacía referencia a fenómenos como la deforestación o la hambruna que padecen los habitantes de estas zonas al perder las tierras por la producción de monocultivos.
Iñaki Zubeldía, como representante de la Asociación Navarra de Talleres de Reparación y su papel de intermediario entre fabricantes y usuarios, destacó que es necesario que fabricantes y productores de biocombustibles lleguen a acuerdos para facilitar información a los usuarios y ofrecer instrucciones sobre la utilización o no utilización de biocombustibles para su motor, ya que en estos momentos “existe un vacío legal”.
Diferentes puntos de vista
Actualmente, existen numerosos estudios e informes destacan diferentes argumentos sobre el uso de los biocombustibles en función de sus repercusiones energéticas, ambientales y socioeconómicas.
Desde el punto de vista energético, algunos argumentos señalan que un biocombustible tiene que presentar como principal característica un balance energético positivo, es decir, deber producir más energía que la que se consume en su sistema de producción. Este dependerá en gran medida de la materia prima que se utilice para producir el biocarburante, pero en general aportan más energía de la que se necesita para su producción: alrededer del doble en el caso de bioetanol y el triple para el biodiesel derivado de la colza. Existen otros estudios que concluyen que tanto en la producción de biodiesel como de bioetanol se consume más energía de origen fósil de la que proporcionan posteriormente durante su uso.
Desde el punto de vista ambiental, la utilización de biocarburantes contribuye a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, debido al que el CO2 que los biocarburantes liberan durante su combustión ha previamente absorbido por la materia vegetal que constituye su materia prima. Emiten entre un 40% y un 80% menos de CO2 que los combustibles convencionales. Asimismo los biocarburantes no inciden en la contaminación de suelos, y suponen una alternativa al uso del mismo evitando la erosión y desertificación de las tierras abandonadas por los agricultores. Hay que tener en cuenta, además que con la producción de biodiesel a partir de aceites usados se aprovecha un residuo como recurso energético.
Como contrapunto a estos argumentos, hay que tener en cuenta que la demanda de biocombustibles potencia los monocultivos, y por tanto un mayor uso de plaguicidas, y ya que la Unión Europea no puede ser autosuficiente en la producción de biocombustibles con la demanda actual, un gran parte de las materias primas provendrán de los países del Sur. Este hecho puede suponer la desaparición de bosques y humedales del mapa, como está ya ocurriendo en el sudeste Asiático o en la Amazonia con el consiguiente riesgo de deforestación que conduce a aun aumento del efecto invernadero.
Desde el punto de vista socioeconómico, con la utilización de los biocarburantes disminuye parcialmente la dependencia energética exterior y constituyen una alternativa para aquellas tierras agrícolas incluidas en la Política Agraria Común (PAC), que permitiría fijar la población en el ámbito rural, manteniendo los niveles de trabajo y renta, y fomentando la creación de diferentes industrias agrarias.
Los inconvenientes desde la perspectiva socioeconómica se centran en el alto precio de fabricación del biodiesel (su utilización sólo es viable si se aplican sistemas de ayudas). Puede ocurrir también que si se incentivan los cultivos de energía éstos entren en competencia con las plantas destinadas a alimentación, y por tanto llevar a un encarecimiento del alimento. Esto está ocurriendo actualmente en México, donde el maíz, uno de los alimentos básicos para los mexicanos, ha encarecido súbitamente debido a la importación que de éste cereal se está haciendo desde los Estados Unidos para la producción de etanol.
Por último, actualmente no existe para los biocombustibles una normativa reguladora en cuanto a su composición y características, como existe en el ámbito europeo para el gasoil, lo que provoca que el biodiesel que se está produciendo no tenga siempre las mismas características. Esto, junto que cada día los motores de los vehículos son más complejos y están desarrollados en bases a un combustible ya homologado, hace que los fabricantes no se arriesguen a dar garantías a los usuarios cuando utilizan biodiesel en su vehículo.
Normativa existente
Dada la necesidad de sustituir el petróleo por otras fuentes energéticas, la Unión Europea aprobó en mayo de 2003 la Directiva 2003/30/CE de Promoción del Uso de Biocarburantes. Según esta Directiva, los biocarburantes debían suponer el 2% del consumo total de combustible para el transporte en 2005 y el 5,75% en 2010 para llegar en 2020 al 20% del consumo. Sin embargo, el consumo de biocarburantes supuso solamente el 1,4% del total en 2005, con un serio incumplimiento por parte de todos los países. En España su consumo fue inferior al 1% del total de combustible consumido.
Para dar cumplimiento a estos objetivos, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) elaboró el Plan de Energías Renovables de España (2005-2010) en el que se compromete a que en 2010 el 5,75% del consumo total de combustibles para el transporte sean biocarburantes. Asimismo, el Plan Energético de Navarra 2005-2010 asume este objetivo y para ello prevé duplicar la producción de la planta de biodiesel de Caparroso, e incrementar la participación del biodiesel y los biocarburantes en el parque de vehículos de la Comunidad foral, favoreciendo el suministro del mismo en las estaciones de repostaje de vehículos.