El ex presidente de Chile y presidente del Club de Madrid, Ricardo Lagos, ha afirmado en Santander que “no es cierto que los pobres no tengan dinero para pagar la energía” ya que, a su juicio, en la actualidad, “generalmente gastan más que los que tienen acceso a fuentes energéticas modernas”.
En declaraciones en rueda de prensa, con motivo de su asistencia en el Encuentro `Energía y liderazgo democrático: promoviendo el acceso a la energía para la reducción de la pobreza´, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), Lagos relató cómo el hecho de leer con una lámpara de queroseno les cuesta 70 veces más que si lo hicieran con una “ampolleta eléctrica” o, incluso, 150, si lo hacen con una vela. Por ello, afirmó que es “absurdo” que los que no tienen acceso a los métodos modernos de energía la estén pagando “más caro” que los que tienen acceso.
En este sentido, también aludió al reto de conseguir que, una vez que tengan estas fuentes de energía, los países más modestos puedan generar sus propios ingresos para poder pagar en términos monetarios el costo de esa energía que, a su juicio, “será inferior al que tenía antes”.
Lagos también abogó por la puesta en marcha de políticas públicas para superar este desafío ya que, según dijo, “el sector privado no llega a los pobres porque, normalmente, no tienen capacidad de pago y, en consecuencia, es indispensable el entendimiento público-privado para garantizar el acceso de la energía a los más necesitados”.
Eso sí, advirtió que “eso nos obliga a subsidiar y focalizar en los que lo más lo necesitan” al tiempo que matizó que, “subsidiar en general los costos energéticos implica hacerlo también a los más ricos”.
Precisamente, preguntado por la apuesta de los países desarrollados por el combustible y, más en concreto, por la posibilidad de que pueda ser a costa de los alimentos que constituyen la base de los países más pobres, Lagos respondió que este es un tema que “quisiéramos abordar en el Club de Madrid”.
De hecho, afirmó que “está en el centro del debate entre quienes piensan que, efectivamente, está introduciendo una competencia adicional en la producción de alimentos, encareciendo el valor de éstos y aquellos otros que piensan, como es el caso de Brasil, que tienen mucha tierra para poder seguir produciendo tanto para los biocombustibles como para las necesidades alimenticias”.
Por su parte, la ex presidenta de Irlanda y vicepresidenta del Club de Madrid, Mary Robinson, reconoció que “muchas veces no vinculamos la pobreza energética con los Objetivos del Milenio” aunque, a su juicio, “es un tema de derechos humanos”.
Es más, Robinson recordó cómo, a pesar de que este año se cumple el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que garantizaba el derecho a la alimentación, al agua potable y la educación, sin embargo, todavía hay 2.600 millones de personas que no tienen este tipo de medios y 1.400 que no tienen electricidad.
No obstante, confía en que este aniversario “sirva para renovar nuestro compromiso para conectar la energía y la pobreza para que podamos dar acceso a la energía y alcanzar los Objetivos del Milenio”.
En la misma línea, abogó también por volver a analizar la Declaración Universal de Derechos Humanos “que todos los gobiernos han aceptado sin condiciones” para poder conectar los derechos que reconoce a los seres humanos con otros de tipo económico y social. Todo ello, concretó, en un intento por renovar nuestra solidaridad globalmente dentro del contexto del cambio climático para que “tengamos la sensación de que los países más pobres necesitan las mejores técnicas para la implantación de las energías renovables y que se va a hacer esta transferencia”.
Por último, apostó por aumentar la capacidad de las entidades locales para que sean conocedores de sus derechos y cómo acceder a ellos ya que, según dijo, “es injusto que los países pobres sufran las consecuencias del cambio climático, producidos por los excesos de los países desarrollado para producir energía”.