Desde el año 1995 la Unión Europea exige para muchos productos domésticos consumidores de energía una etiqueta que informe de la clasificación energética del producto e indique al consumidor el gasto energético del producto. Con esta medida, que empieza a implantarse en el sector de la edificación se pretende controlar tanto el consumo como la demanda energética y concienciar al ciudadano de los beneficios de adquirir un producto eficiente energéticamente y con bajo impacto medioambiental.
La problemática ha surgido cuando ha quedado al descubierto que ni la valoración energética de los productos se ajusta a las exigencias marcadas por la legislación europea ni los propios compradores son capaces de entender los estándares que lo acompañan. En consecuencia, el rendimiento energético no es el esperado.
Por estas razones, la Asociación Europea de Consumidores, ANEC acaba de difundir un estudio realizado en varios estados miembros donde se pone de manifiesto que alrededor de un 30% de elementos consumidores de energía carecían de etiqueta, cuando ésta era obligatoria. Además, en el caso de los productos etiquetados la clasificación no se adecuaba al nivel energético real ya que el consumo energético era demasiado alto. Por ejemplo, unas pruebas realizadas en Gran Bretaña demostraron que un 64% de aparatos de la clase A tenían un consumo medio superior al exigido para este nivel. Asimismo, si bien en un principio los productos se clasificaban de menor a mayor consumo energético con 7 niveles ordenados de la letra A a la G posteriormente se volvió a clasificar el nivel A o superior según su progreso técnico, esto último ha aumentado la confusión del consumidor.
Según José Manuel Fernández, Secretario General de la Asociación de Poliuretano Rígido, “Desde IPUR compartimos la visión de la Asociación Europea de Consumidores que solicita una reformulación en las directiva que marca el etiquetado de energía y un refuerzo en las medidas de control para asegurarnos que los índices de rentabilidad energética son los que se marcan en la etiqueta”
Añade José Manuel Fernández que “cuando se está empezando a implantar la etiqueta de eficiencia energética en la edificación, debemos corregir estos errores para garantizar que los edificios tienen una calificación energética correcta ya que en muchos casos la vivienda es la mayor inversión de los españoles”.
Y es que según la citada asociación europea, es necesaria una revisión de la legislación vigente a la vez de intensificar el control de los productos etiquetados.
Eficiencia energética desde la concepción del producto
La eficiencia energética de un producto se debe evaluar desde su concepción y se debe mantener durante todo el ciclo de vida del producto. Fernández de IPUR opina que “una vez contrastada que el 80% del impacto energético se determina en la fase de diseño, es muy importante que para implantar la etiqueta energética en los edificios se tenga en cuenta el nivel óptimo de aislamiento desde la concepción de la vivienda, lo que asegurará un ahorro energético para toda la vida del edificio mientras se renuevan sucesivas veces los equipos de calefacción, refrigeración, iluminación, etc”.