Con el objetivo de que los consumidores conozcan de qué manera afecta su estilo de vida a la sostenibilidad del planeta, la Federación Andaluza de Consumidores y Amas de Casa, Al-Andalus, dentro de la Campaña de Educación Ambiental en el ámbito del consumo que está desarrollando con el apoyo de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, ha querido profundizar en este tema y explicar en qué consiste la huella ecológica y cómo se calcula.
La huella ecológica se define como “el área de territorio ecológicamente productivo (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) necesaria para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población dada con un modo de vida específico de forma indefinida, donde sea que se encuentre esta área”. Su objetivo fundamental es evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y su grado de sostenibilidad.
El cálculo de la huella ecológica es complejo, y en algunos casos imposible, lo que constituye su principal limitación como indicador, no obstante existen diversos métodos de estimación a partir del análisis de los recursos que una persona consume y de los residuos que produce.
El análisis de la huella ecológica se puede aplicar a varios niveles desde a escala global como en el ámbito doméstico.
Cómo se calcula la huella ecológica
Para calcular la huella ecológica se hace una estimación de la superficie necesaria para satisfacer los consumos relativos a la alimentación, a los productos forestales, al gasto energético y a la ocupación directa del terreno. Esta superficie se suele expresar en hectáreas/capacidad de carga/año (ha/cap/año)
Para calcular la huella ecológica se tienen en cuenta:
- Para producir cualquier producto, independientemente del tipo de tecnología utilizada, se necesita un flujo de materiales y energía, proporcionados en última instancia por sistemas ecológicos.
- Los residuos generados durante el proceso de producción y el uso de los productos deben ser reabsorbidos por los sistemas ecológicos.
- Las superficies de los ecosistemas productivos se ve reducida por la ocupación con viviendas, infraestructuras, etc.
Hay algunos aspectos que no son tenidos en cuenta a la hora de calcular la huella ecológica y que también afectan al desgaste del planeta:
- No se contabiliza la contaminación del suelo, la del agua, la erosión, la contaminación atmosférica (a excepción del CO2), etc.
- Este indicador asume que las prácticas en los sectores agrícola, ganadero y forestal son sostenibles, que la productividad del suelo no disminuye con el tiempo, cosa que no es cierta porque la erosión y la contaminación entre otros factores van mermando su capacidad.
Déficit ecológico
Cuando el resultado de la huella ecológica está por encima de la capacidad de producción y reabsorción de los recursos y residuos, o sea de la capacidad de carga, se produce un déficit ecológico, lo que indica que una región no es autosuficiente, ya que consume más recursos de los que dispone. Esto significa que la población de una determinada comunidad se está apropiando de superficies fuera de su territorio, o que está hipotecando y haciendo uso de los recursos que les corresponderían a las futuras generaciones.
En términos de sostenibilidad, lo ideal sería que el déficit ecológico fuese cero, o sea que la huella ecológica no sobrepasara la capacidad de carga.
Conclusiones que deben hacernos reflexionar
Aunque la huella ecológica aspira sobre todo a ser un indicador cuantitativo y preciso, sus principales frutos los ha dado como marco conceptual que permite comparar sociedades completamente dispares y evaluar su impacto sobre el medio ambiente planetario. En una vida básicamente agraria bien organizada y sin monocultivos extensivos, se estima que entre 1 y 2 hectáreas son aproximadamente el terreno necesario para atender las necesidades de una familia de forma autosuficiente. Por otra parte, el desarrollo industrial, físicamente basado en la disponibilidad de combustibles fósiles, ha dado lugar a una alteración profunda y extensa de la mayor parte de los ecosistemas continentales y oceánicos. El cálculo de la huella ecológica de un ciudadano medio de un país desarrollado lleva a la conclusión de que serían necesarios otros dos planetas como el nuestro para que los 6.000 millones de seres humanos pudieran vivir de la misma forma. Estas primeras conclusiones hacen necesario distinguir dos elementos fundamentales: en el mundo industrial actual los impactos se producen a nivel planetario y la huella ecológica poco tiene que ver con el espacio físico ocupado por un grupo humano. De esta manera la huella ecológica de la mayoría de los países desarrollados supera ampliamente la superficie que ocupa, ya que extraen recursos y vierten residuos en lugares muy alejados del planeta.
El conjunto del planeta no podría soportar que todos sus habitantes vivieran del mismo modo que lo hacemos los de los países más ricos. Además, es necesario que modifiquemos nuestros hábitos de consumo y de vida para permitir la sostenibilidad del planeta, pues en la actualidad no existe forma de compensar el gasto que se produce con la generación de recursos.