El día 1 de octubre de 2007 se celebra el Día Mundial de la Arquitectura bajo el lema “Transmitir arquitectura de emisión cero”. La conmemoración pone el énfasis en el hecho de que la construcción tiene una responsabilidad esencial en la producción de Gases de Efecto Invernadero GEIs que se emiten a la atmósfera como consecuencia del proceso edificatorio, que, – entre 1987 y 2000 -, aumentó la superficie de suelo artificial en España, hasta un 2,1% del total, con un incremento de un 29%, lo que supone un ritmo de crecimiento de 2ha/hora. Esa cifra implica una estimación lineal de crecida a 2010 de hasta 1.239.059 ha y un índice de 152% respecto de 1987 de la ocupación de territorio.
En los dos últimos años se han elaborado y dictado normas que ralentizarán el aumento de emisiones, dentro de la Estrategia Española de Ahorro y Eficiencia Energética 2004-2010 y su Plan de Acción 2005-2007 (E4). El Plan de Energías Renovables, dos Planes Nacionales de asignaciones PNA, el Plan Nacional de Reducción de Emisiones y el Código Técnico de la Edificación, son las herramientas principales para afrontar este problema hasta 2012. Los GEIs, han aumentado un 48,5% desde 1990. Si no innovamos rápido, será difícil reducir las emisiones que se prevén un 52,64% más altas entre 2008 y 2012. Un cambio de cultura hacia la calidad de vida deberá comprometer a toda la sociedad.
Los arquitectos podemos y debemos contribuir a disminuir esas cifras, que no sólo se basan en el consumo de cemento y acero, sino que se reflejan en el consumo de recursos no renovables, como el suelo. Hay también una producción ingente de residuos que habrán de minimizarse y controlarse mediante fórmulas avanzadas de reutilización y reciclaje, bajando las facturas en mantenimiento, creando sumideros de GEIs y limitando el consumo de recursos naturales. A la vez que optimizamos los balances de la eficacia energética y la proporción de las energías renovables en la edificación.
Transmitir arquitectura es la función primigenia del oficio de los arquitectos. La arquitectura es nuestro patrimonio habitable: Crearlo, transmitirlo y conservarlo lo mejor posible, es nuestra tarea profesional más importante, nuestro reto contemporáneo y con las futuras generaciones. Pero transmitir arquitectura no solo afecta a la técnica de construir; tiene también una obligación respecto de la comunicación, pues no podemos transmitir arquitecturas que despilfarren recursos, lenguajes y formas a cualquier precio y multipliquen el impacto sobre el medio ambiente. Y asimismo aflora una responsabilidad social a favor de las buenas prácticas, de la reducción del problema de la vivienda, de la mejora de la prevención de riesgos, la reducción de los accidentes laborales y fomentar el impulso a la investigación. Transmitir valores también consiste en reducir emisiones socialmente contaminantes.
Se puede decir que no existe la arquitectura de emisión cero, pero nuestro trabajo consiste en idearla, en innovar para inventarla, para hacerla posible. No podemos conformarnos con las normas y reglamentos que ya nos exigen un esfuerzo de ahorro extraordinario. Tenemos que asumir que nuestro trabajo debe ayudar a la reducción de la fatiga ambiental y sus secuelas. En esta década, mejorar el diseño pasivo para el ahorro energético estará unido a pensar la arquitectura de menor impacto contaminante, ayudar con el urbanismo a reducir la movilidad insostenible, incentivar otros factores del territorio y corregir los impactos que produce la construcción de la arquitectura, para que esta sea cada vez más saludable. Con el CTE, con los planeamientos sostenibles y con la participación social.
Semejante esfuerzo no es una cuestión de indicadores o de palabras solo. No es una cuestión solo de cifras y normas. El proyecto ha de ser un instrumento creativo desde el origen. Un documento arquitectónico debe saber reducir su impacto, bajar su coste ambiental y su mantenimiento, hacer mínima la emisión de gases de efecto invernadero, provocar la menor contaminación lingüística y formal: Evitar el despilfarro ambiental de diseños irresponsables o despilfarros de recursos es un valor ético de los arquitectos. Se trata de una cuestión de criterio y convicción en nuestra capacidad para que la arquitectura cumpla sus objetivos y ser patrimonio vivo de la humanidad que la habita.