Con frecuencia se alude a la repercusión internacional de la reciente arquitectura española como si estuviera en el gran momento de prestigio que ha acompañado el período democrático iniciado en España hace 30 años. De forma muy similar y recurrente, se ha creído ver la arquitectura responsable con el medio ambiente hecha en la península ibérica como una especie de tardío reflujo de las intensas aportaciones y avances que, en el sentido de la sostenibilidad de la arquitectura, se lograron en los países nórdicos y anglosajones algunos años antes.
Tal vez esos sean lugares comunes demasiado vistos, cuando en el siglo XXI casi todas las fronteras ya se han desdibujado y los avances técnicos corren parejos con las transferencias culturales y tecnológicas que pretenden acortar y limitar – también en arquitectura – el acelerado proceso de deterioro del planeta, debido al implacable aumento del cambio climático.
Las referencias concretas a los ejemplos deudores del buen estado ecológico de la arquitectura española no son, así pues, ni tan cercanas en el tiempo, ni tan seguidoras de modelos orientados por procesos anteriores. Si bien la tecnología juega un gran papel en el alto nivel cualitativo de las propuestas arquitectónicas más sostenibles es cierto que, desde siempre, las variables constructivas, compositivas y culturales de aplicación en los países con sol, sin agua y con menor desarrollo industrial han seguido caminos diferentes y han partido de supuestos distintos. Supuestos económicos también distintos, que han permitido asistir a un boom constructivo desde un país no tan desarrollado como sus vecinos europeos que, en mucho menor espacio de tiempo, ha hecho un mayor esfuerzo. El esfuerzo por poner las tecnologías arquitectónicas al servicio de la sostenibilidad, se ha producido en un contexto climático meridional muy singular, caracterizado por una fuerte expansión demográfica y una aceleración fuerte en la inversión para completar las carencias históricas en viviendas y equipamientos. Y se está haciendo en poco tiempo.
Sin claridad en el análisis de las posibles causas de la extensión de la arquitectura sostenible hecha en España, es imposible entender que ahora no hablemos sólo de casos extraordinarios, de artefactos o edificios singulares, sino de un fenómeno que ya obtuvo reconocimientos en las Conferencias SB de Oslo en 2002 y de Tokio en 2005: ya entonces se empezó a atisbar que el fenómeno de la sostenibilidad constructiva no era una cuestión de excepciones, sino de un profundo cambio de cultura en las exigencias de la sociedad y de los arquitectos españoles, en línea con los procesos más avanzados de investigación y ejecución de construcción sostenible aplicados a nuestro clima seco y a nuestras necesidades perentorias.
Prueba de esta realidad es la selección efectuada por el Jurado par Melbourne 2008: De 16 casos de estudio, hay 9 dedicados a vivienda, en su mayoría pública, de casi todas las clases (en tipologías, para jóvenes, tuteladas, etc.) y en variadas zonas geográficas, con el contrapeso de la obra nueva en edificios destinados a rehabilitación y restauración bio-climática en edificios incluso históricos. En otros usos destacan los edificios culturales y los centros de investigación agropecuaria, agro-ecológica y de demostración-difusión. Esto es así por la necesidad de explicitar ante la opinión pública y mantener el alto standard ambiental en edificios de oficinas y servicios que la sociedad cada vez demanda con más fuerza. Arquitectos y estudios de origen español, de gran prestigio internacional, comparten en este grupo la autoría con otros prestigiosos arquitectos del mundo, para hacer edificios residenciales y dotacionales que son la expresión de un nuevo contexto, en el que la arquitectura española sigue siendo de autor, pero los autores y las propuestas se ensanchan considerablente y trascienden los nombres y las firmas más conocidas y publicadas para realizarse de una forma más entretejida con el entorno social e industrial con nombres y firmas de igual calidad y talento, enraizadas en su entorno local.
La selección que presentamos en esta muestra realizada junto con el Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) podía incluir edificios de gran proyección, ampliamente publicitados o conocidos, pero se ha tratado de buscar ejemplos que remitan a la idea del proceso general, no la del acontecimiento particular o el reconocimiento mediático. Y no porque los arquitectos participantes en esta edición de SB08 no reúnan méritos de sobra, sino porque adoptan una actitud ética compartida por la preocupación de ensamblar definitivamente la arquitectura con los componentes ambientales, sin desfigurarla de sus objetivos esenciales en la nueva concepción vitrubiuana de la arquitectura sostenible. Esta concepción contemporánea, hoy alcanza a una ética de la arquitectura responsable con el medio ambiente que nunca había tenido tanta repercusión en nuestro país hasta que no hemos visto y hasta que no hemos vislumbrado de una forma tan acuciante el problema de la preservación de nuestra vida en la tierra.
Un rasgo destacable de la arquitectura española de este siglo es – a mi juicio – su capacidad energética. No sólo para movilizar variables conceptuales de gran empuje formal, o de alardes tecnológicos sumados – o mejor, multiplicados mediante la belleza compositiva o geométrica, que el público internacional ha sabido reconocer en obras por todo el mundo – sino para producir energía social en entornos deprimidos, energía vital de los usuarios en la satisfacción de la demanda de alojamientos dignos y energía cultural. Se ha conseguido este resultado al enlazar colores, materiales y elementos tradicionales y de vanguardia, demostrando a la vez que la belleza y la comprensión del contexto global pueden converger en soluciones imaginativas y optimistas frente a un mundo, muchas veces resignado sin soluciones esperanzadoras a la perversa dicotomía entre el despilfarro o la pobreza.
Esa energía de la nueva arquitectura española se multiplica en la energía edificatoria de cada caso pues, al hacerse paulatina y aceleradamente cada edificio responsable de su impacto, se incorpora la energía necesaria para su disfrute, disminuye el impacto de su construcción y acelera la posibilidad de que construyamos cada vez más cerca del objetivo de emisión cero; ese objetivo que ahora parece inalcanzable de convertir la misma arquitectura en nicho de emisión casi limpia. Multiplicar la energía social y disminuir la energía consumida en recursos, materiales y residuos empieza a ser un horizonte creíble, a la vista de los proyectos que España presenta en Melbourne.
Por esta razón, que trasciende el problema de la imagen o la competitividad de nuestro país, el empeño del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España es que una energía arquitectónica como la española crezca y ayude a canalizar cada vez más iniciativas de proyectos sostenibles, aunando responsabilidad y belleza por encima de otros factores – legítimos, quizá – pero subordinados a la idea de que destino de nuestra arquitectura son las personas y el medio en el que viven.
La energía vital de la arquitectura española es un espacio intelectual y constructivo en el que pueden yacer y compartirse nuevas ideas para no despilfarrar los recursos energéticos del mundo en el que ya no tenemos bordes. El mundo en el que los límites solo los podemos poner nosotros si no avanzamos consecuentemente en la investigación del conocimiento y la transferencia de la mejor y más responsable arquitectura.