Un trabajo de investigación de la Universidad de Córdoba (UCO) ha conseguido dosificar un hormigón a través de un nuevo procedimiento que elimina dióxido de carbono de la atmósfera y que podría usarse para la fabricación de adoquines, bordillos, bovedillas y otros tipos de mobiliario urbano sin armadura de acero. Este material emplea dos ingredientes fundamentales: áridos reciclados procedentes de residuos de construcción y demolición (RCD) y agua con gas.
Los grupos de Ingeniería de la Construcción (TEP-227) y Materiales y Aplicaciones'(FQM-391) de la Escuela Politécnica Superior de Belmez han realizado este estudio que avanza en la consecución de uno de los grandes objetivos de la industria cementera, cuya hoja de ruta está marcada por la meta de reducir las emisiones de CO2 y alcanzar la neutralidad climática. El trabajo se enmarca en el proyecto de investigación Precast-CO2 (PID2019-111029RB-I00), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
Desarrollo del hormigón sostenible
El agua gasificada contiene el dióxido de carbono, que, a su vez, reacciona con uno de los componentes del cemento (portlandita) para formar carbonato cálcico. Así, el carbono en forma de CO2 desaparece de la atmósfera para adherirse al propio hormigón rellenando sus poros. Se trata de un proceso denominado carbonatación acelerada, técnica que aunque está en las primeras fases de investigación solo podía realizarse en cámaras de carbonatación, que son muy costosas. La diferencia es que ahora la incorporación de CO2 puede implementarse en el proceso de amasado de hormigones y morteros in-situ a través de un procedimiento más barato, sin necesidad de usar estas cámaras especiales de carbonatación, tal y como subrayan los autores del estudio.
Según los resultados de la investigación, publicada en la revista Journal of CO2 Utilization, el empleo de agua carbonatada, que se utiliza para mezclar el hormigón, y el uso de áridos reciclados consigue capturar un 181% más de dióxido de carbono de la atmósfera comparado con el uso de áridos naturales y el mezclado con agua convencional. Así, esta estrategia consigue mitigar el cambio climático y está basada en el paradigma de la economía circular, en la que los residuos y gases de efecto invernadero se vuelven a integrar en el proceso de fabricación.