Una jornada de Molins analiza la necesidad de rehabilitar edificios para evitar la filtración del gas radón

El gas radón es una amenaza para uno de cada cinco trabajadores en zonas calificadas de alto riesgo en España, según constata Molins, experta en construcción sostenible, a partir de un estudio reciente presentado por investigadores españoles. Una realidad que preocupa en uno de cada tres municipios del país; con especial atención en Galicia, que tiene más del 70% de su territorio en alerta, Extremadura (47%) y Madrid (36%). Ante este desafío, la compañía ha organizado en Madrid una jornada enfocada en la necesidad de rehabilitar edificios para evitar la filtración del gas radón y en cómo solventar este reto.

Molins ha organizado una jornada en Madrid para exponer la necesidad de rehabilitar edificios con el fin de evitar la filtración del gas radón.

La jornada de Molins ‘Gas radón: La amenaza silenciosa que desafía salud e infraestructuras’, celebrada en el Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Madrid, se ha enfocado en abordar el problema del gas radón desde un enfoque transversal con el objetivo de encontrar soluciones conjuntas entre el mundo académico e investigador, el sector público y la empresa privada. Esta última cuenta ya con soluciones innovadoras para implantar la correspondiente protección tanto en obra nueva como en rehabilitación de todo tipo de edificación.

Edificios y sectores expuestos al gas radón

Este gas, que procede de la desintegración del uranio, está presente en la corteza terrestre y puede filtrarse a los edificios por la porosidad del terreno. De hecho, más del 10% de estos presenta niveles alarmantes o superiores al límite permitido por estándares internacionales, según el Centro de Seguridad Nuclear (CSN).

La población que trabaja o reside en plantas bajas o primeras está expuesta, en general, a una concentración tres veces más alta. Sin embargo, aunque el riesgo suele disminuir a razón de 20% por planta, también puede encontrarse en pisos superiores debido a los materiales de construcción, el agua y el llamado ‘efecto chimenea’.

Los efectos nocivos del radón no afectan por igual a todos los lugares. Por ejemplo, según estudios realizados recientemente, existen mayores riesgos en las propiedades públicas que en las privadas; a menudo localizadas en edificaciones históricas, más proclives a tener más grietas en los cimientos o un aislamiento deficiente del suelo. En detalle, uno de cada cinco edificios públicos fundamentalmente situados en zonas de riesgo excede el nivel máximo de concentración de radón, establecido en 300 becquerelios por metro cúbico.

En un análisis por sectores de trabajo, tres de cada diez edificios culturales (bibliotecas, museos y otros) superan los niveles máximos permitidos de gas radón. Misma situación para uno de cada cuatro centros educativos (colegios e instalaciones científicas) y uno de cada cinco edificios públicos. Por lo general, estas cifras relativas a instituciones culturales y educativas son seis veces más altas que las oficinas bancarias. Por su parte, las utilities de servicios como electricidad, gas, agua o autopistas, sobrepasan en 5,7 veces al sector financiero.

 

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